Pájaros de fuego by Anaïs Nin

Pájaros de fuego by Anaïs Nin

autor:Anaïs Nin
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico
publicado: 1979-01-01T00:00:00+00:00


La reina

El pintor se sentó junto a la modelo, mezclando los colores mientras discurseaba cómo lo estimulaban las putas. Por la camisa abierta enseñaba el cuello fuerte y bruñido y un penacho oscuro en el pecho; llevaba el cinturón flojo, para mayor comodidad, le faltaba un botón de los pantalones y se había remangado para estar más cómodo.

—Lo que más me gusta son las putas —iba diciendo— porque tengo la sensación de que nunca me agarrarán ni me enredarán. Eso hace que me sienta libre. No tengo que hacerles el amor. La única mujer que me dio ese mismo placer fue una mujer que era incapaz de enamorarse, que se entregaba como una puta, que despreciaba a los hombres a quienes se entregaba. Aquella mujer había sido una puta y era más fría que una puta. La habían descubierto los pintores y la utilizaban de modelo. Era una modelo magnífica. Era la misma esencia de la prostitución. Hay algo extraordinario en el vientre frío de las putas, constantemente deseado. Todo el erotismo sale a la superficie. El vivir siempre con un pene dentro otorga algo fascinante a esas mujeres. El vientre parece estar desnudo, presente en todas sus actitudes.

»De una u otra forma, incluso el pelo de las putas parece impregnado de sexo. El pelo de aquella mujer era... era lo más sensual que yo había visto. Medusa debía tener una melena como aquélla, con la que seducía a los hombres que caían bajo su hechizo. Estaba lleno de vida, fuerte y tan acre como si lo hubieran lavado con esperma. A mí siempre me daba la sensación de que estuviera enrollado alrededor de un pene y empapado de secreciones. Era el tipo de pelo con que deseaba envolver mi propio sexo. Era cálido y almizcleño, graso y fuerte. Era pelo de animal. Se erizaba al tocarlo. El mero hecho de pasarle la mano me provocaba la erección. Me hubiera contentado con sólo tocarle el pelo.

»Pero no era sólo el pelo. También la piel era erótica. Se tendía y me dejaba acariciarla durante horas, relajada como un animal, completamente quieta, lánguida... La transparencia de la piel dejaba ver los hilillos azul turquesa que surcaban su cuerpo, y yo tenía la sensación de no sólo tocar el raso, sino también las venas vivas, unas venas tan vivas que, cuando le tocaba la piel, las notaba moverse debajo. Me gustaba echarme contra las nalgas y acariciarla, para sentir la contracción de los músculos, que traicionaban su excitación.

»Tenía la piel tan seca como ciertos desiertos de arena. Al principio de acostarnos estaba fría, pero luego se iba volviendo cálida y enfebrecida. Sus ojos... Es imposible describir los ojos, a no ser diciendo que eran ojos de orgasmo. Lo que constantemente le pasaba por los ojos era algo tan enfebrecido, tan incendiario, tan intenso, que a veces cuando la miraba de frente y sentía el pene erguírseme palpitante, sentía también que algo palpitaba en sus ojos. Sólo con los ojos era capaz de esta



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.